Published On: Mar, Jul 12th, 2016

Un «Espagueti a la Putanesca»…¡Para morirse!

paulcolumnaNo siempre se acierta a la hora de comer. A pesar que en la paradisíaca y espectacular Isla Mujeres, México, pude degustar – a mi parecer- uno de los mejores platos de langosta del mundo, me tocó la mala suerte de comer lo que no debía, y en el lugar menos indicado. Podría ser sólo una paradoja del mal fario, pero sucedió.

Era mi primera noche en esta isla de ensueño, ubicada al frente de Cancún, cuando a golpe de las 22:00 horas salí a cenar. En la zona de playa (abarrotada de chiringuitos durante mi llegada a mediodía) no había ni Dios. Es así que me interné por sus callejuelas hasta que di a parar a una calle muy concurrida en la cual había restaurantes y garitos a granel. No estaba para copas y tenía tanto hambre que era capaz de comerme un elefante.

Había tal cantidad de locales que no era fácil elegir. De pronto se me cruza una joven, morena, muy delgada, que al hablarme no pude entenderle casi nada. No tenía acento mexicano. Por su aspecto deduje que sería europea.

Era camarera de un local (no recuerdo el nombre, pero cuando lo recuerde lo escribiré) de comida italiana. Me habló de las bondades de la gastronomía italiana y luego intentó convencerme de cenar allí. Por un momento creí que quizá sería bueno comer un plato de spaguettis o raviolis, una cerveza y luego ir directo al hotel a dormir. Así que acepté.

Lo más curioso del restaurante especializado en gastronomía italiana fue que nadie era italiano. ¡Sólo la camarera!

Fiorella, por poner un nombre, venía de la ciudad de Asís, de la Umbría italiana. Localidad que en 1999 fue sacudida por un fuerte terremoto y vio como uno de sus principales atractivos turísticos, la Basílica de San Francisco de Asís, sufría graves destrozos producto del sismo.

La joven italiana llevaba tres meses en México escapando de la crisis económica. Quería probar suerte al otro lado del charco y así “conocer este maravilloso país”, según me confesó.

Tras revisar la carta escogí un plato al azar. Suelo hacerme siempre un lío cuando de escoger un plato se trata. Y es así que pedí uno que me pareció simpático, por el nombre: “Espaguetti a la Puttanesca”, y una cerveza Sol.

Un cuarto de hora después, tiempo que se me hizo eterno, me trajeron el bendito plato. Las pastas no estaban calientes, sino frías. Creí que su preparación sería así.

Tras probarlo sentí un gran sabor a aceite. Los espaguettis parecían encharcados por una masa de aceite asquerosa. Di dos o tres bocados más y pasé del maldito plato. Bebí la cerveza hasta la mitad y pedí la cuenta.

No recuerdo bien los precios, así que ofreceré una especie de ejemplo:

El plato y la cerveza me costaron como 250 pesos. A la camarera le di 500 pesos y esperé el cambio. Al cuarto de hora regresa Fiorella y me trae el cambio. ¡Eran 50 pesos! Reclamé y me dijo que la cuenta era la correcta. Para ese entonces, empezaba a dolerme el estómago. El grasiento plato me estaba pasando factura.

El cambio venía sin el ticket de caja. Es así que pasé de hablar con la camarera y me dirigí directo a la cajera. Y Le dije:

“Buenas noches, os he dado 500 pesos y me estás devolviendo sólo 50. Falta dinero”
-No, ese es el cambio. Lo tienes en tu ticket de caja.
-No, ese no es el cambio. Además no me has dado el ticket de caja.

A estas alturas Fiorella, que observaba nerviosa la escena, estaba más colorada que un tomate.

-“Mira, rica, vamos a ver, ¡necesito el cambio ya! ¡No lo repetiré!”. Espeté con un cabreo que iba in crescendo.

El dueño, jefe, o lo que sea del local se acercó a uno tres metros como quien cotillea. El tipo le hizo una señal a la cajera y ésta me dio el cambio correcto. La muy lista tenía mi ticket de caja escondido.

Tras salir del local me fui directo al hotel.

Aquella noche, producto de la grasienta comida, la pasé con un dolor de estómago apocalíptico.

El “Espaguetti a la Putanesca” y sus correlatos de intento de estafa y mal rollo, fue la cara mala de un viaje de ensueño que realicé a esta paradisíaca isla. En todas partes se cuecen habas.

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