El odio a los tecnócratas
La muerte de Camet, en medio de los gimoteos histéricos y las antorchas de sus enemigos políticos, nos obliga a reflexionar sobre el papel ambivalente de los tecnócratas en la política peruana.
La política se ejerce sobre una realidad concreta y la realidad tiene aristas, aspectos positivos y extremos negativos. Aproximarnos de forma maniquea al hecho político, encarnando el papel de inquisidores de signo opuesto, provoca la distorsión en el análisis, la pérdida de objetividad y una confusión estéril y deprimente. Esto, trasladar el radicalismo de la ideología al análisis seudocientífico, es lo que ha hecho durante años la izquierda caviar, incapaz de aproximarse a la gestión fujimorista con equilibrio, distancia y seriedad. Después de todo, fueron ellos los que colocaron a Fujimori en el poder.
La actuación política de Camet es una prueba palpable de los claroscuros del fujimorismo. Por un lado, las reformas que él emprendió rodeado de un grupo de tecnócratas fueron pasos esenciales para la reactivación del país. Por otro, es indudable que Camet formaba parte del régimen y, por tanto, avalaba con su presencia la deriva autoritaria e incuestionable del fujimorismo. Mientras otros renunciaron, él optó por quedarse. Es imposible internarnos en la conciencia de Camet o desentrañar los motivos de tantos otros tecnócratas que formaron parte del régimen de Fujimori.
En algunos casos, notorios y condenables, el afán de enriquecimiento, el servilismo palaciego y la concupiscencia por el poder fueron los móviles determinantes. En otros, el patriotismo fue la razón.ócratas en la política peruana. La política se ejerce sobre una realidad concreta y la realidad tiene aristas, aspectos positivos y extremos negativos. Aproximarnos de forma maniquea al hecho político, encarnando el papel de inquisidores de signo opuesto, provoca la distorsión en el análisis, la pérdida de objetividad y una confusión estéril y deprimente. Esto, trasladar el radicalismo de la ideología al análisis seudocientífico, es lo que ha hecho durante años la izquierda caviar, incapaz de aproximarse a la gestión fujimorista con equilibrio, distancia y seriedad. Después de todo, fueron ellos los que colocaron a Fujimori en el poder.
Conozco a varios fujimoristas que creyeron cumplir con su deber al colaborar con el régimen sacando adelante las reformas y combatiendo el terrorismo. Con todo, yo no comparto esta opinión excesivamente finalista. He profesado el Derecho. Sin embargo, puedo conceder que un sector del fujimorismo actuó de buena fe, más aún cuando no hubo delitos de por medio. Si el poder judicial no condenó a Camet, el purgatorio de sus últimos años de vida es el fruto directo de la venganza de sus enemigos políticos, los mismos, reitero, que sembraron al fujimorismo en la escena pública peruana, ensamblándolo en un laboratorio para que no triunfe Vargas Llosa.
Si el fujimorismo sobrevive en la actualidad es, en gran medida, por el recuerdo de su eficacia. Y esa eficacia la edificaron a pulso los tecnócratas fujimoristas, equivocados o no con respecto a los fundamentos de la democracia. Tanta fue la impronta de la tecnocracia fujimorista que el imperativo tecnocrático se trasladó a los sucesivos gobiernos de la transición. Los tecnócratas del aprismo han sido solventes. Los del humalismo, al día de hoy, lamentables. Entre otras cosas, porque el señor Humala y la presidenta Nadine han optado por llenar sus gabinetes de dos especies perjudiciales: o habitantes de la torre de marfil sin capacidad de gestión o mayordomos con alma de esclavos. Castilla es una excepción a la regla y Saavedra, por su CV, la gran esperanza del nuevo gabinete.
Envidia y venganza son dos demonios peligrosos de conjurar en la política. La izquierda, que odia a los tecnócratas porque es incapaz de reproducir sus logros, se encuentra secuestrada por estas dos fuerzas. El cóctel de ideología retrógrada y zelotismo es el origen de su esterilidad. Tal impotencia provoca que los gobiernos la expectoren del poder, porque lo que no ayuda, estorba. Y el que odia, estorba más.